El Estado de Derecho se compone de una serie de elementos que contribuyen a garantizar los derechos de los ciudadanos y el cumplimiento de sus obligaciones. De forma específica, en los Estados prevalece la ley y se establece un sistema jurídico de normas. Dentro de esta estructura garantista, la abogacía actúa como el primer eslabón de la representación y defensa de los derechos de las personas.

Sin embargo, los nuevos tiempos provocan situaciones complejas y la asimilación de mensajes contradictorios en la sociedad.  Expresiones como “ yo soy mi propio abogado”, “déjame que revise los escritos y pida otra opinión” o “es muy caro, lo haré en otro momento” contribuyen al empeoramiento y la denigración del abogado. Esta circunstancia conlleva el ofrecimiento de un peor servicio a los interesados. En todo caso, no se trata de un rechazo a la libre competencia, totalmente legítima entre compañeros, sino una falta de consideración e importancia a la profesión. Desde sus orígenes, la abogacía ejerce como promotora de la resolución de controversias y la protección de derechos.

Precisamente, uno de los principales inconvenientes para el ejercicio de la profesión es su intangibilidad. El cliente mide el precio de un servicio por los elementos sensoriales y parámetros calculables. En cambio, la abogacía, pese a contar con parámetros que pueden posibilitar una estimación de los honorarios, está conformada por trámites y gestiones de un valor incalculable. Por ejemplo, en el ámbito penal, la obtención de una conformidad con el Ministerio Fiscal para reducir de forma considerable una condena puede suponer el mantenimiento de unas duras negociaciones.

En definitiva, los abogados se enfrentan a una realidad profesional marcada por la necesidad de ofrecer sus servicios a un precio cada vez más inferior. Asimismo, la desconfianza imperante entre los clientes no es un elemento favorable. ¿ Cuáles son las soluciones que pueden ofrecerse? A este respecto, la abogacía será consagrada y respetada si se cumplen las siguientes premisas:

  • Con independencia de la consideración de familiares y/o amigos, la voluntad de los letrados ha de ser el ofrecimiento de una propuesta de valor, lo que se puede traducirse en la presentación de una atención especializada a los clientes.
  • La realización de una labor divulgadora de nuestra actividad, pudiendo materializarse en artículos sobre cuestiones de actualidad, conferencias, promoción en Redes Sociales, etc.
  • La demanda de implantación de medidas a las Administraciones, en especial al Ministerio de Justicia y los Colegios de Abogados. Una abogacía protegida es la garantía del derecho de defensa de las personas.

En conclusión, la Abogacía es una profesión que cuenta con un valor en sí mismo. Pero, la degradación del trabajo del abogado sigue más o menos presente. Y tú, ¿qué harías para cambiar esto?